jueves, 1 de marzo de 2007

LA CONCIENCIA, LOS PECADOS CAPITALES Y LA CIENCIA

El biólogo John Medina, en su libro “El gen y los siete pecados capitales”, se pregunta si en realidad, la lujuria, la gula, la avaricia, la pereza, la ira, la envidia, y la soberbia, «no serán en realidad reacciones químicas, sí entendemos como una falta lo que va escrito en los genes». Dice el científico que en ellos se aprecia la huella del instinto animal que aún sobrevive en la mente humana. Medina intenta responder las preguntas: ¿Dónde se localizan estos sentimientos inherentes a nuestra naturaleza? ¿Podemos ir en contra de algo que nos dicta nuestro cerebro? Medina recorre los escenarios por los que pasó el poeta Dante Aghlieri hace siglos, al escribir “La Divina Comedia”y pretende explicar el trasfondo biológico que genera cada una de estas conductas.

Por su parte el Premio Nóbel 1962, el científico británico Francis Crick, quién hace medio siglo anunció con el norteamericano James Watson el descubrimiento de la estructura del ADN. Ahora, Crick sostenía años atrás en un artículo de “Nature Neuroscience” que en el cerebro humano hay un grupo de neuronas que son el origen de la conciencia y del alma. La conciencia, afirma Crick, es "una banal fusión de neuronas del cerebro". Desde hace tiempo que Francis Crick escribe y reafirma que
"la convicción científica es que nuestras mentes, el comportamiento de nuestros cerebros, pueden ser íntegramente explicados por la interacción de las células cerebrales".

Francis Crick, ateo declarado, había dicho tiempo atrás, amparado en un existismo cientificista que “que todos los hombres fueron creados iguales era válido, podemos decir, en el período de la Revolución Americana, cuando la gente era oprimida por sacerdotes y reyes. Pero esto no tiene validez biológica. Podrá tener alguna validez mística en el contexto religioso, pero esto no sólo que biológicamente no es verdad, sino que también es biológicamente indeseable...”.

Es sumamente aleccionarte como brillantes científicos pero prejuiciosos, llegan a conclusiones erróneas que nada tienen que ver con el sentido de su descubrimiento. ¿Por qué? Por que parten de un conocimiento parcial del cosmos.

Pongamos un ejemplo, si uno no tiene su mente abierta, no vería que detrás de un enchufe, hay una red, y que esa red trasmite la electricidad que a su vez proviene de un generador que se mueve sobre la base de una fuerza. Por lo tanto, uno pensaría, al descubrir la existencia del enchufe, que descubrió la causa de la existencia de la energía que mueve mi aspiradora, televisor, radio, computadora, etc. Sin embargo, cuando equivocado sería esa conclusión.

Lo mismo sucede con estas teorías científicas. No puede discutir la veracidad de sus descubrimientos, en el sentido si tal o cual gen, o si tal o cual parte de mi cerebro, activa tal o cual reacción instintiva o conducta. Ese no es el punto. El punto es que si bien la ciencia puede descubrir las leyes y los principios que guían los fenómenos físicos, no puede – desde una perspectiva materialista – encontrar la pista acerca de que esta detrás o que fuerza motiva a las personas a actuar de una cierta forma. Puede decirnos que el mundo físico se creo a partir del “Big Bang”, pero no puede explicarnos como de la “nada” surgió el mismo, sin introducirse en el campo de la filosofía y de la religión.

En referencia a las afirmaciones de Medina, es una obviedad que los deseos de comer, tener sexo, descansar, ambición, entre otros, son deseos naturales. Por lo tanto tienen una base física, nuestro cuerpo, que los reclama para su satisfacción. No obstante el pecado o la virtud tiene que ver con el mal o el buen uso de los mismos. Y eso esta en una esfera más allá de la realidad material.

Si bien se ha avanzado mucho en distintos campos de la ciencia, todavía, por el divorcio que aún existe entre el campo religioso y el científico, conocemos poco como el mundo espiritual se relaciona y puede modificar el mundo físico. Como por ejemplo, si es posible que las conductas morales de los padres modifiquen su herencia física y puedan predisponer (no determinar) a sus hijos a esas mismas conductas. Quiere decir si a partir de una deformación espiritual se puede llegar a una predisposición física.

Si uno piensa en el ser humano como un ser con dos aspectos, físico y espiritual, es lógico pensar que son dos esferas creadas para relacionar e interactuar entre sí. Podemos usar la imagen de la “semilla” y el “terreno”. La “semilla” es el espíritu y el “terreno” es el ser físico. Los buenos actos que nuestro cuerpo efectúa son la energía para el crecimiento del espíritu. Y la vez la energía espiritual mueve al cuerpo a través de los resortes creados especialmente a dirigir en una dirección ética.

Por ello y aunque sea un Premio Nóbel, la afirmación del Dr. Cricks acerca de que la conciencia radica exclusivamente en una base física, es absolutamente equivocada, por parcial y limitada. Obviamente la conciencia necesita del cuerpo para relacionar con la realidad física y responder a ella. Pero la capacidad innata de la conciencia, para distinguir entre el bien y el mal, esta depositada en otra esfera. Cuando esta esfera esta alerta y fuerte mueve a los resortes ubicados en la base física para responder. Por ejemplo el remordimiento de la conciencia mueve a las lágrimas de arrepentimiento.

Es difícil en una columna poder abarcar temas de esta naturaleza solo bastaría recordar lo que uno de los fundadores del comunismo, Federico Engels, escribió en 1888 en una sus obras más conocidas “Ludwig Feurbach”: “¿Creo Dios el mundo o éste ha existido eternamente? La respuesta que los filósofos dieron a esta pregunta los dividió en dos grandes campos”. Aún hoy sigue siendo así.

Para el ateísmo, la conciencia es el mero reflejo en nuestro cerebro físico de la realidad del mundo exterior, para quienes creen en un Dios, la conciencia es la voz moral del Creador dentro de cada uno, la que, operando sobre el cuerpo físico nos lleva a responder moralmente a esa realidad.

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